Nunca había vivido en un planeta donde sucedieran esas atrocidades, ni
siquiera antes de la llegada de las almas. Éste era sin duda el mejor y el peor
de todos los mundos: los sentimientos más maravillosos, las emociones
más exquisitas, los deseos mas malévolos, los hechos más siniestros. Quizá
era así porque no había más remedio. Quizá era imposible alcanzar lo más
alto sin lo bajo. ¿Eran las almas una excepción a esta regla? ¿Se podría tener
en este mundo la luz sin la oscuridad?
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